lunes, 23 de noviembre de 2020

Carta para Nehuén

 

 La gente entraba y salía del Café Memory, en Avenida Córdoba y Ecuador, mientras Natalia estaba sentada en un pequeño sillón que daba a la ventana. Un desfile de transeúntes y autos, digno de las 18.00 de un martes en Balvanera, la hacía perder su concentración y fantasear con las letras que aún no había escrito. Se sintió pequeña entre tanto tránsito, tanto individuo conglomerado, con la necesidad de la creatividad que salva y nos concede un lugar para ser. 

Mientras divagaba, el mozo dejaba en la mesa la segunda lágrima doble de la tarde. Con los brazos cruzados, contempló la pantalla de su notebook, pensando en qué escribir.

Fruto de la inactividad, se desplegó una foto que conmovió su corazón. Sonrió con su despliegue. Allí estaba uno sus sobrinos. Pensó que el gris del hardware ahora se poblaba con risas y dibujitos, con trazos ávidos sobre la hoja, con travesuras incontables.

Bebió un sorbo de café y tuvo una idea perfecta: escribiría para él, que en el momento preciso le había devuelto la inspiración. Animada, recuperó la pantalla de Word que la esperaba en blanco, disponiéndose a teclear con la velocidad de quien encontró motivación.

Lo primero que tipeó fue "Nehuén". Luego se corrigió y colocó "Nati y Nehu". Pero, finalmente, eligió lo que mejor representaría su texto, porque el espíritu mismo de aquel era una: Carta para Nehuén. La misma decía:

 

Pienso en vos y se conmueve mi alma. Esa sensación de sentir que algo se derrama en el pecho y se extiende al resto del cuerpo hasta cubrirlo, mientras sonreímos y los ojos nos brillan... Uno queda sumido en una ensoñación, en una suerte de enamoramiento profundo, que enciende la luz en la galería de recuerdos. Todos hemos sentido eso al evocar a un ser amado; incluso al recordarnos de niños. Eso es ternura, es la conmoción capaz de darnos fuerza o hacernos sentir vulnerables dependiendo el momento, la circunstancia, el pensamiento. Cuando quedo presa de ese trance, mirando tus fotografías, lo primero que evoco es tu sonrisa y en ella cabe un mundo entero.

Algún día te contaré que supe de vos una tarde, sentada junto a tus padres, que no olvidaré. Algo así de importante no le pasa desapercibido a la memoria. No estaba segura de cómo te llamarían aún, pero enseguida escuché tu nombradía mapuche y con el tiempo comprobé su significado en la vitalidad de tu ser.

Mi corazón latió muy fuerte cuando me bendijeron como tu protectora, me sentí mágica como el hada que quiero ser para vos. Saberte en el seno materno, me infundió ganas de convertirme en mi mejor versión. Sigue siendo mi cometido el merecer tu cariño porque, aunque con errores y faltas, todavía sigo aprendiendo a ser aquella fuerte -pero siempre sensible- madrina con la que puedas encariñarte. 

Te conocí al día siguiente de mi cumpleaños, siempre he considerado esto como un guiño de Dios. Es en algo así de trascendente que cobra sentido el año más de vida que celebro. Al tenerte en brazos por primera vez, sentí en mi pecho una eclosión. Sentí una limpieza de sentimientos egoístas. Eso dio origen a un espacio, llano y fértil, donde cultivé un prado, árboles, jardines. Ese campo es un espacio que ha sido creado para los dos, con la finalidad primera de que puedas encontrar refugio en él toda vez que estés cansado.

La bondad que tu corazón transmite me convence aún más de que nuestro camino puede poblarse de innumerables logros pero, al final del día, lo que da abrigo a nuestro descanso es la certeza de que amamos y somos amados también ¿Hay algo más valioso? 

Ahora mismo te cuento sobre el abrazo más hermoso que me han dado, cuando en el día de tu bautismo elevaste tus brazos y me diste el privilegio de sostenerte. Sí, sostenerte. Vos y yo, unidos.

Reitero que no me resulta fácil, en muchas ocasiones, ser la persona ideal que me gustaría ser para vos; pero sé que aún entre mis fallas sabrás notar mi amor. Que me sale imperfecto, sí, que a veces no lo he demostrado tanto como quisiera. Sin embargo, en ese y mucho sentidos, siento que has llegado para enseñarme, incluso más de lo que procuraré enseñarte a vos.

Verás, si algo me recalcó mi padre es que es menester tener una familia en la cual confiar. Los años me han demostrado que la familia es por definición consanguínea, pero también es un límite que se puede superar. Ojo que ser familia no siempre quiere decir que los individuos se elijan (diciendo esto me permito que mi prosa no contenga hipocresía solo por ser poética). En nuestro caso, tenemos el mismo apellido, la misma sangre: pero, además, mi labor es que me elijas por encima de esa "obligación" que no será tal jamás. He de recalcar que contás con el equipo necesario para respaldar tus pasos y enorgullecerte de ti por cada cosa que vas viviendo. Eso me reconforta, porque es una gran seguridad que impedirá -para toda la vida- que te sientas solo.

El mundo corre rápido, pero nosotros corremos a nuestro tiempo y modo. Que esa vorágine jamás te haga pensar que estás llegando tarde a ninguna parte. Te lo digo yo, con varias carreras sin terminar, con infinitos trabajos sin sostener, con la necesidad del equilibrio neuronal (completándose en la incompletitud), aprendiendo a amar de verdad luego años de tanto tropezar. El mundo corre rápido para mí también ¡Si lo sabré! Eso nos iguala. También lo hace el hecho de que somos millones de seres vivos existiendo y coexistiendo en la búsqueda de ser felices, de encontrar regocijo aún cuando vivir suponga mucha oscuridad.

La frescura en tu sonrisa, la seguridad de que sos un niño feliz y estás en las manos ideales, tu mirada inocente y vivaracha, la capacidad de reír y de hacernos reír que tenés, me hablan de un mundo bello, de un mundo que no es malo, de esperanza para mí, para todos.

Estar pisando esta tierra acompañados, poder mirar al Cielo y sentirnos cuidados, es algo valiosísimo. Y aún más valiosa para mí es el saberme aquí, siendo testigo del hermoso ser que sos y en el que te vas convirtiendo.

Lo que quiero es que vos y todos sepan (pero especialmente vos, corazón, y tus padres), que estos dedos que solo saben escribir lo hacen, también, por y para vos.

 

Enjugándose las lágrimas de alegría, Natalia tenía innumerables letras para dedicar. Poco a poco, se recordó, poco a poco ocuparían su lugar. Entonces miró a través de la ventana, deteniéndose nuevamente a reflexionar:

Todos hemos sido niños, afirmó para sí, y tenido por delante un camino lleno de sueños por recorrer. Qué importante la vocación de recordar, a cada uno de ellos, que sus pasos son valiosos y su atravesar esta vida es importante. Nadie puede dotar de primeros puestos a nadie porque en cada uno reside la ternura y el amor que hacen de este mundo un lugar mejor, un lugar en el cual creer. Cada cual con sus talentos, llevando una historia diferente y digna de ser resignificada a la luz de cualquier expresión. El Arte siempre es la mejor de las vías para ello. 

Los niños hacen Arte permanentemente, porque se mueven en libertad y sin prejuicios, son lúdicos y en consecuencia se expresan artísticamente: bailan, incansables, con movimientos únicos; dibujan, garabatos, con una visión especialísima del mundo; escriben, con sus intentos de cursivas, sin miedo a lo que plasman; viven, por el solo hecho de vivir.

Qué ocurriría, soñaba, si cada niño recibiese una carta. En donde se le recordara lo valioso que es, en donde incluso se lo instara a una respuesta. Envalentonando el hablar de las emociones, haciéndole saber que alguien lo está esperando. Creyó interesante el revitalizar los intercambios epistolares, hoy electrónicos. 

Escribir, a ella como a tantos otros, le había dado esperanza y sosegado cuando nada más lo hacía. En la pluma de un autor (o bien, las teclas de su computadora) hay una historia que hace de tinta y es su alma la que va dictando el contenido de la prosa, narrando y construyendo vidas que -en algún punto- no son más que las propias.

Escribir, pensó, es un acto revolucionario. Un acto liberador de cadenas y dotador de alas. Ser niño también es una revolución, por el acto de valentía que implica llegar a este mundo y atravesarlo con una manera propia y única de existir. Allí, más que nunca, es cuando Hay valentía en la ternura. Fue al decirse esto que Natalia sonrió, pensando en el abrazo que le daría a Nehuén cuando volviera a verlo.






2 comentarios:

  1. Excelente, Leer esto me inspiro a dedicar unas cuantas letras a cada una de mis sobrinas que amo con todo mi ser. Solo puedo decir...¡aplausos!

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. ¡Muchas gracias, Silvana! Me emociona que te inspires para tan noble iniciativa ¡Invitada a este blog cuando quieras y a recibir tus comentarios! Un abrazo y saludos para tus princesas :)

      Eliminar

Dime

Homenaje a Julito

En la soledad de mi habitación repasé los lomos, algunos con polvo,  de inconcebible desolación. Entre todos los Cronopios habidos Del lado ...