jueves, 29 de octubre de 2020

Los ojos de Marian

 Te miro y es como si en tus ojos encontrara una fuente de agua cristalina en la que veo mi reflejo y al contemplarme me reconozco enamorada.

Cada vez que puedo, cuando no te das cuenta, te miro en silencio y observo cada rasgo de tu cara, de tu perfil y nuevamente tus ojos, por supuesto, entornados y dedicados a lo que sea que hagas en ese momento. 

Son tus ojos la puerta a un mundo en el que me inmerso. En ese mundo encuentro todo lo que preciso para ser feliz. Hasta letras, como estas, que van saliendo de ti y yo solamente las canalizo en esta hoja blanca en la que te retrato, sin hacer real justicia, intentando poner en palabras la dulzura que encuentro en tu mirada.

Pasan los años y cada mañana agradezco a Dios despertar a tu lado. Amanecer así es más bonito, habiendo compartido la tersura de tu piel en la noche y soñando, sabiendo que tu beso me va a estar esperando y nuevamente la dicha de ser lo primero que veas, de que seas lo primero que veo. 

En tus ojos encuentro alegría, encuentro el significado de la vida que, si acaso pudiese ser traducido, estoy segura de que tiene tu nombre. 

Imborrable el recuerdo de la primera vez que encontré tu mirada fija en la mía. Imposible no sentir en todas mis terminales nerviosas la revolución que fuiste para mi vida. Desde entonces y hasta el final de los días quiero recordarte que no importa el lugar ni el tiempo, seguís significando todo lo que necesito y quiero para festejar que existo. 

No miento cuando digo que encuentro paz en tus ojos aún cuando conocí su enojo, porque hacen que no me olvide de la verdad de las cosas, que en el medio de una tormenta aviste la claridad que tendrá el cielo. 

La verdad de las cosas es el sentido que les damos para tener una mediana coherencia con la que conducirnos por nuestra vida: precisamente por eso digo que la realización de mi destino es caminarlo de tu mano. Todo lo que suceda a los costados de este camino, todo lo que lo surque, accidente o pueble, me resulta preciso vivirlo con el soporte que me da tu presencia que me hace sentir acompañada, a donde vaya.

Podría disertar y dedicarte muchas páginas (¿No ves acaso que todas las que escribo te tienen secretamente mencionado?) porque es inagotable la tinta que mana de tu persona y que provee a mi pluma con su encanto. 

¿Podrás recordar a diario cuanto te quiero, cuánto te amo? Si es así, bien entonces, porque de todas maneras estaré para recordártelo.

Las mujeres tenemos una manera bestial de amar. Una forma de amar que hace florecer a los capullos más cerrados. Te puedo asegurar que mi misión contigo siempre ha sido sembrar en tu alma, prender una candela, en aquellos rincones que hubieran oscurecido o, por algún motivo, quedado abandonados. Una mujer puede alojar vida en su vientre y puede alojar a un corazón en su corazón, porque la ternura que la hace abrazar a un hijo es también la capacidad para reparar, para curar, dar un infinito amor. 

Yo te amo con la fuerza que hace libres a los pueblos, que empuja a los barcos en altamar, que hace a un niño salir del vientre de su madre y hace crecer a los árboles del pulmón del mundo.

¿Cómo no amarte? Cuando encontré la suma de los valores que necesita mi vida para afianzar raíces. Pero, además, encontré en algún defecto la capacidad irrestricta de crecer en ellos y sanar las faltas. Sos el fuego que enciende cada parte de mi alma y que la acaricia para su descanso, cuando me encuentro tan alborotada.

Yo que sufro y que me alegro con tanta profundidad, intensa en ambas caras, no podría imaginar mejor modo de acallar los lamentos que encontrarme abrazada a tu cuerpo y con tu voz diciendo esas palabras que quiero escuchar para siempre de tu boca, las mismas que quiero que escuches de la mía, un te amo tan sincero que todo lo ilumina y me recuerda cuán agradecida estoy por tenerte conmigo en esta vida, por haberte encontrado de entre todas las personas, de entre todos los caminos, de entre todos los posibles destinos…

Aquí estoy, mientras te escribo, con este corazón elevado y este amar irrestricto que galopa como un imponente azabache. Lo que parezca inconquistable, no lo es a tu lado. 


                                                                 Los ojos de Mariano



Natalia A. López



lunes, 26 de octubre de 2020

La realidad que me llevó a escribir ficción. Entrevista, por Camila Grüner

 

Esta entrevista es un bello trabajo de Camila, en el que tuve la oportunidad de participar. Ella es estudiante de Comunicaciones y este trabajo fue presentado en una de las materias que hacen a su carrera,

Considero que su contenido es una gran manera de conocerme, para quien sienta curiosidad en los motivos que me llevaron a escribir o un poco más sobre mi persona. Esto no quiere decir que me considere particularme relevante, pero me ha ocurrido leer algo de alguien y querer adentrarme un poco más en el autor, pues me da recursos para valorar lo escrito.

Camila, gracias por este trabajo. Me has dicho que fui de enorme colaboración y que estabas contenta por el resultado, pero soy yo quien lo está. Me has dado la oportunidad de explayarme y valoraste mi historia mucho más allá de la consigna ¡Felicitaciones!


«Siempre encontré en mi historia una vida fascinante que debía ser contada.» Entrevista, por Camila Grüner

Adentrarse en la vida de Natalia Araceli López se asemeja a la lectura de un libro complejo e intrigante, de aquellos a los que no le podés quitar la vista de encima. Acostumbrada a relatar historias ajenas por su oficio de escritora, hoy se enfrenta a narrar la propia. “Mi identidad es mi escritura” sentencia Natalia antes de empezar la entrevista. 

Pero su historia es mucho más que eso. Estudió Marketing, Abogacía y Marketing Digital. Trabaja en ventas hace muchos años en grandes empresas, pero también fue modelo. Estudia portugués e inglés. Hace aproximadamente 10 años, fue diagnosticada con trastorno de bipolaridad. Lejos de verlo como algo negativo -y sin negar que es una condición grave e interruptiva que la hizo tocar fondo- decide verlo como un don. Natalia considera que ser bipolar es una capacidad que la vuelve única: cuenta con un enorme potencial creativo e intelectual que, sin duda, hoy le permite desarrollar la escritura con pasión y sensibilidad. 

—Hace dos semanas salió tu primer cuento “Mar Adentro” publicado en el libro “Antología: Homenaje al amor”. ¿Cómo fue?

—Para que mi cuento sea publicado, primero participó en un certamen de literatura organizada por el Grupo Argentino de Escritores. Llegué a ese certamen por la sugerencia de una clienta de la empresa en la que trabajo, que me reenvió el mail en el que se abría la convocatoria e invitaban a enviar material de quienes quisieran participar. Envié Mar adentro a última hora en el último día de la convocatoria y apostando a ese único cuento (ya que podría haber remitido hasta cuatro). Pasaron dos semanas y me contactaron para avisarme que el cuento era elegido para ser publicado. El día en el que me avisaron era un día particular, era un sábado en el que me estaba replanteando qué quería para mi vida y preguntándome para qué soy realmente buena. Con ese llamado, sentí una respuesta. Estaba emocionada y agradecida a la vida por haberme llevado a ese momento. Luego, cuando lo vi impreso, ya publicado, y tuve en mis manos el libro con aquellas hojas cubiertas de mis letras, sentí que estaba enamorada y que habían correspondido a mi amor.

 —¿Escribir es algo que querías desde chica? 

—Hay una frase de Simone De Beauvoir que dice “Cuando era niña, cuando era adolescente, los libros me salvaron de la desesperación”. Desde pequeña experimenté situaciones que me generaron mucha angustia. A la vez era una niña fácil de impresionar y con una sensibilidad profunda. Mi cabeza estaba llena de historias que permitían que me escape de una realidad hostil. Cuando comencé a leer me encontré deseando ser un personaje, vivir una historia como las que leía, construir una historia así. Quise poder lograr aquello, darle vida a todo lo que tenía en mi cabeza. Empecé dibujando. En 1er grado gané un concurso de dibujo. Luego, danzando. Y cuando aprendí a escribir, entendí que era la mejor manera de encontrar sosiego y sentirme importante: no era para menos, estaba dando a luz a personajes cuya vida me impresionaba y los quería en la mía. Desde ahí que no dejé de hacerlo jamás. Es la única cosa de mi vida en la que he sido constante, que me gustó desde un principio y para siempre. Miro hacia atrás y, de entre todas las cosas dispares y sin terminar que veo, entiendo que las letras son la mejor manera de explicarme a mí y al mundo. 

—Entonces, ¿leer te hizo querer escribir? 

Mi cambio en la mentalidad fue cuando abrí un libro. Lo abrí y encontré una puerta a otras dimensiones, a las que podía acceder cada vez que quisiera tan solo levantando la tapa y pasando las hojas. Encontré la compañía de los personajes, al mismo autor saludando en el interlineado. El primer libro que leí fue el Principito, recuerdo estar sentada en la cocina y que los pies no me lleguen al suelo. Cuando yo era chica, me aburría, entonces inventaba. No podía parar de contar historias sobre mí, ficticias. Un día era una princesa, otro día mismo podía ser una delincuente. No me alcanzaba con el yo real, necesitaba moverme en ese plano de la fantasía que es mucho más emocionante. Hay libros que me marcaron completamente. 

—¿Cuáles fueron esos libros? 

— “La novela de un novelista” de Armando Palacio Valdés fue el libro que me hizo querer escribir porque el autor relata su vida hermosamente. Cuenta experiencias que se hicieron un espacio especial en su corazón. Los escenarios sobre su niñez me parecieron hermosos. Pensé "Este hombre cuenta su vida y lo que piensa, yo quiero poder contar a otros cómo veo las cosas". Siempre sentí que veía las cosas a través de un cristal distinto al de los demás. Siempre encontré en mi historia una vida fascinante que debía ser contada. Contar mi vida puede ser arte, la realidad se transforma en algo más interesante cuando le agregás recursos estilísticos, cuando convertís algo en arte le das una estética que es lo que lo hace atractivo a los ojos del otro, lo que cautiva. Asique así titulé mi primer blog. 

—Hablando de libros importantes, ¿qué implicancia tiene “La bipolaridad como don” de Eduardo Grecco en tu vida? 

—Cuando me dieron el diagnóstico de la bipolaridad, yo tenía veinte años y apenas creí en aquellas palabras. Pensaba “yo soy inteligente, esto lo puedo resolver en un toque”. Con el paso de los años descubrí en la conducta errática que me caracterizaba (inconstante, ira repentina, profunda depresión, hiperproductiva, celotipia) un verdadero foco de problemas y decidí tomarme en serio el análisis terapéutico. Acepté que necesitaba una medicación. El tema me generó profunda curiosidad. Comencé a investigar, haciéndolo desde el optimismo: no buscaba testimonios tristes ni sintomatología de Google, porque si algo tenía, tenía que ser fascinante. Estaba convencida de que no era un trastorno mental y ya. Encontré el libro de Grecco en internet y su nombre me impresionó: "Don", "La bipolaridad como Don". Tengo un don, me dije. Lo leí y entendí que sí. La bipolaridad es un desbalance químico a nivel cerebral que hace que el individuo pase de etapas de manía, hiperproductividad, sentirse en el cielo y capaz de todo, felicidad extrema y conversación excesiva a la depresión misma. No, no la depresión misma, sino la peor de las depresiones. Quien no lo ha padecido no puede siquiera imaginarlo. Es la oscuridad misma. Hubo temporadas en las que no salía de la cama por días. Época en la que repentinamente temía ir a la facultad, al trabajo, y quería desaparecer y quedarme al abrigo de la cama o de las  excusas. Esa oscilación es grave e interruptiva de todas las etapas, además de repentina. Hay diferentes grados, en mi caso, no es el más grave. Pero hay algo en este cuadro que lo hace distinto. Quienes lo viven tienen un enorme potencial creador. No lo digo yo, no es vanidad, lo dicen especialistas y estudiosos en el tema. La incapacidad para llevar las emociones y la conducta establemente tiene por contracara una enorme capacidad para crear. Por eso grandes artistas en la historia han sido y son bipolares. Claro que para llegar a la estabilidad no alcanza con decir "Bueno, tengo un don ¡Ya estoy bien!", el tratamiento psicológico y psiquiátrico es clave, es algo que me acompaña y lo hará toda mi vida y soy bien consciente de ello. 

—El trastorno de bipolaridad me da la sensación de transformación constante. Pero ¿por qué o qué fue lo que hizo que te estabilices? 

—Tocar fondo. 

Hace cinco años fallecía mi padre, un hombre increíble. También bipolar. Me rompía el corazón una relación que no podía ser y me encontraba mudando de trabajo cada mes sin sentirme satisfecha. Me dije que no podía vivir así. Con lo cual, hace cuatro años comencé a tomar más en serio que nunca mi terapia. Y luego de tocar fondo varias veces, hace tres años me sentí más decidida que nunca a ser la persona que quería ser: una persona estable, realizada, encaminada. Tomé esa decisión porque miré hacia atrás y no entendía nada, no quería volver a tocar fondo, y estaba segura de que tenía potencial para lograrlo. Además de eso, creo que también es un tema de edad. Sostengo que a medida que te acercás a los 30 años hay cosas en las que comienzas a madurar, incluso a la fuerza. Ahora tengo 29. Años atrás nada importaba, simplemente cambiaba de trabajo y de relación y comenzaba de nuevo. Pero, más tarde, quise que las cosas tuvieran sentido y no vivir escapando. 

—Actualmente te encontrás escribiendo un libro dedicado a tus padres. ¿Cómo fue tu crianza? ¿Fueron ellos quienes fomentaron la escritura? 

—Mi crianza fue increíble. Fue exigente. Soy la menor de cinco hermanos (cuatro varones y una hermana) con los que me llevo entre 8 y 15 años. Mi padre era un tipo muy trabajador e inteligente, perspicaz. Mi madre, una mujer abnegada y abocada por completo a la crianza de sus hijos y era la que daba amor cuando las órdenes de mi padre eran demasiado duras. Era exigente, siempre quiso que estudiáramos mucho y que fuésemos los mejores. Por ende, en mi casa se respiraban libros. Con un padre "con muchas avenidas", como decía él, y una madre gustosa de expresar su opinión sobre el mundo, la consecuencia directa era una niña con muchas ganas de leer, de decir, de saber. Yo era curiosa, quería saber lo que estudiaban mis hermanos. Todos tienen carreras distintas: ingeniería, economía, medicina, diseño, fitness. Cuando comencé a escribir y mi madre encontró bonito lo que hacía (leyendo mis cuadernos de preescolar, de la primaria, o alguna nota o carta que les hacía -yo hacía muchas cartas-) me envalentonaba para que continuara. Mi padre también me envalentonaba a que leyera mucho, a que ganara recursos para el día de mañana tener facilidad en cualquier carrera que estudiase. A la vez, mis hermanos también redactaban muy bien. Creo que toda mi familia me guió a la intelectualidad. Mi padre solía decirme una gran frase: “el mundo es una jungla y de esta casa tenés que salir preparada para sobrevivir”. La traduje en un texto que está en mi libro, cuyo título se debe a otra gran frase de Sartre: l'enfer c'est les autres (el infierno son los otros). 


-¿Qué proyectos tenés a futuro? 

—Seguir publicando. Escribir siempre será mi principal horizonte. Continuar estudiando idiomas. Quiero continuar con cuentos, pero un gran desafío que quiero proponerme es crear una novela. Publicar con otras editoriales, además de Dunken. Por otro lado, quiero recibirme el año que viene y avanzar hacia una maestría en los dos siguientes. Ser docente. En alguna materia de mi carrera y dar algún taller o seminario de literatura. Cambiar de trabajo, ya que el área comercial me tiene un poco cansada, a un área más relacionada con lo creativo, con el marketing. Casarme. Tener un hijo. (...)


Un mundo de fantasías 

Natalia estaba en los primeros años de escuela cuando una señorita en el pizarrón escribe una consigna: “Escribir sobre quién soy”. Para Natalia, es una consigna que dura toda la vida porque la vida es un constante andar y hacer. Cuando se encontró frente a la hoja rayada, con lápiz en mano, se sintió ilimitada. Podía arrojar todo lo que quisiera en esas líneas grises. Sentía una cosquilla en el estómago porque tenía mucho que decir. Habiendo crecido en una familia que siempre tenía algo sobre lo cual disertar, Nati siempre tuvo mucho que argumentar. Uno de sus juegos favoritos era inventar respuestas a las más originales preguntas que le hacía su hermano Sebastián. Nunca podía responder que no sabía, entonces, inventaba una argumentación basada en la completa ficción y de su mundo de fantasías. “Mi hermano me preguntaba, por ejemplo, ‘Nati… ¿Por qué las hormigas son negras?’ ‘Porque a la mamá les gustó ese color’ o ‘Y, Nati… ¿quién inventó la ropa?’ ‘Seba, la ropa no se inventa, ¡Sale de los cajones!’” Así podían pasar muchísimo tiempo, dándole respuestas graciosas a las preguntas que le hacía su hermano Sebastián y con las que podían estar jugando mañanas enteras. "





Natalia A. López




lunes, 19 de octubre de 2020

Día de la Escritora ¿de qué se trata?

 💓



Hoy se celebra el día de la Escritora. Distinto al día del Escritor, ya que el énfasis se coloca en la figura femenina, en la artista que escribe, vocación que fue menospreciada durante mucho tiempo a lo largo de la historia y que aún condenan algunas culturas. 

En el siglo XIX, la mayoría de escritoras debían publicar con un seudónimo de hombre para ser tomadas en serio. En la religión católica, la monja Santa Teresa de Jesús fue combatida por considerar que sus escritos provenían del demonio y que una mujer jamás podría dar una interpretación de las escrituras con seriedad y validez. Es por la ocasión de su fallecimiento que se ha elegido esta fecha para celebrar esta vocación.

Hoy por hoy, hay una infinitud de escritoras cuyas obras se han publicado con el debido respeto del público y colegas, cuyos escritos han ganado concursos así como lugares protagónicos en el corazón de muchos lectores. Muchas escriben de manera independiente, subiendo sus textos a redes sociales, otras distribuyen su material en centros culturales, entre otras formas de hacer llegar sus letras. Sí, somos muchísimas y siempre lo hemos sido. Si bien es cierto que El Premio Nobel de Literatura, desde su creación en 1901 hasta 2017, ha premiado solo a 13 mujeres y a 100 hombres; y también es cierto que no en todos los libros de Letras aparecen mujeres artistas.

Es notable y sabido que el rol de la mujer en la sociedad no siempre fue reconocido, de la misma manera ha ocurrido con sus derechos. Esto continúa sucediendo. Sabemos que ser mujer siempre es difícil, sea cual sea nuestra profesión o las creencias que profesemos. Por eso, las escritoras merecen una distinción aparte. Esto ocurre con la mujer, en todas sus expresiones, con un empoderamiento debido, adeudado por la sociedad. Lo bueno de esto, es que somos parte de una generación que lucha por el reconocimiento de sus derechos y que alza la voz para poner en cuestionamiento esa herencia de silencio y subestimación. 

Como mencionaba antes, Santa Teresa de Jesús fue una de las primeras (o al menos de las primeras que he investigado) en padecer esta censura. Señalada por el tribunal de la Inquisición, el clero en general, y los prejuicios de la época (siglo XVI), sus escrituras eran consideradas "del demonio" y sin relevancia alguna. En cambio, una figurable masculina equiparable como lo es San Juan de la Cruz, no padeció los mismos problemas cuando anunció que sentía una conexión con lo divino, ni al escribir sobre ello.

Por todo el sacrificio de numerosas escritoras, su sufrimiento y perseverancia en el arte, que allanó el camino para que hoy en día podamos ejercer nuestra vocación sin límites, es que este día debe llenarnos de orgullo y alentarnos a ser protagonistas de nuestra propia historia, la cual debe ser vivida con la pasión que queramos darle, poder vivir una historia digna de ser escrita.


¡Feliz día!



Natalia Araceli López. 


domingo, 18 de octubre de 2020

El acto de amor más grande: Ser mamá


Para quien no lo sepa, en Argentina (y en muchos otros países) estamos celebrando el Día de la Madre. Esta celebración se la debemos al calendario litúrgico que celebraba la festividad de la maternidad de la Virgen María en octubre.

La maternidad siempre me ha convocado a reflexionar, porque considero que es un fenómeno de inmensas dimensiones. Además de que conozco a muchas madres, como mi hermana, cuñadas, tías, primas, amigas, y más. Hay una a la que conozco en total profundidad, la mía: Mirta, mi protectora. 

Siempre he creído que la maternidad es algo maravilloso y digno de ser contemplado, es como arte en movimiento y, por eso, me encanta la idea de retratarlo. Percibir la movilización de un colectivo de emociones y sentimientos que ocurren en el oficio y pasión de ser mamá, sentimientos que todos tenemos pero a la vez son distintos a esos porque es otra la intensidad y es otro el objetivo. 

Podemos replantearnos si la maternidad es algo natural, algo que viene con nosotras o algo que es impuesto a las mujeres en general; con la suposición de que una mujer, por el solo hecho de serlo, debe de realizarse como madre.  Cosa del todo incorrecta, ya que un acto con estas dimensiones debe carecer de todo egoísmo y contar con una nobleza que solo puede darse si se es madre por elección.

Todos ocupamos roles diferentes, tenemos diferentes uniformes y adoptamos diferentes formas. Somos un mismo cuerpo, una misma identidad, pero con un gran abanico de capacidades diferentes y escenarios en los que nos desempeñamos. Por lo que he advertido, quien es madre ocupa un rol que atraviesa a todos los demás; he encontrado en estas mujeres que su principal preocupación y anhelo está depositado en el objetivo de criar a su hijo y de que éste esté a salvo y feliz. Aquí sí podemos ver algo instintivo, en mi opinión, relacionado con esto de mantener a salvo a la cría y buscar su supervivencia: Lo notamos en las hembras. Pero nosotros le incorporamos el componente de felicidad, donde perseguir la sonrisa de un hijo genera una revolución interior en las madres que deviene en la perpetuidad de su propia sonrisa. 

La felicidad es metafísica, va más allá de la conservación, de la salud. Se convierte en un componente que suele unir los diferentes fragmentos de nuestra vida con un saldo de satisfacción. Y, de niños, la militante de nuestra felicidad es nuestra madre. Sí, así de importante es.

He notado que la felicidad del hijo es la felicidad de la madre. Hay un regocijo y sensación de orgullo en sus logros, como si los disfrutase aún más que él (cosa que aseguro he notado) y un dolor supremo ante su dolor. Esa alteridad en el vínculo se convierte, para mí, en el más elevado de los valores.

Amerita decir, a esta altura de mi redacción, que no todas las maternidades son felices o se viven de la manera en la que suponemos que algo así es o debe ser vivido. Habrá que vigilar el no caer en una mirada inquisidora sobre estas mujeres que, en varios casos, no pueden ejercer su rol y esto es debido a muchas razones. Tal vez la falta de educación, tal vez una profunda angustia sin salida y sin un entorno contenedor. La maternidad obligada es algo terrible, para el niño y su progenitora. 

Hay quienes han planificado su maternidad y quienes se han encontrado con sorpresa en esta situación. Hay quienes han querido ser madres desde siempre y quienes eligen no serlo. 

Lo que he notado es que, sin distinciones, la maternidad no es a la ligera y no es algo común y corriente. Es algo que transforma a los seres, que transforma el mundo. Podríamos disertar día entero en torno a esto y podría escribir varios cuentos. Pienso hacerlo.

Me convenzo, cada vez más, de que el acto de amor con mayor enormidad es el de ser mamá. Sin serlo puedo entenderlo, al menos parcialmente, mérito de mi madre que motiva esta apreciación. 

El amor que puebla el pecho de una madre, que emociona sus ojos,  que se evidencia en su tacto y sus actos abnegados, es y será el hecho más importante -y fundacional- de este mundo humano como lo conocemos. Hecho que, desde su mismo comienzo en el seno materno, da origen a una nueva historia, a una enorme incógnita y muchos anhelos, porque encierra en sí mismo a todas las leyes del Universo. Porque desde que una madre es madre, se convierte en una familia. 

En este día, continúo asombrándome y admirando a estas mujeres que han decidido -en este mundo caótico y hostil- apostar a la crianza de un hijo, ser amables y ser fieras, ser verdaderas enemigas de quien quiera poner en riesgo a su cría y ser las primeras en encender una vela y elevar oraciones por el ser que ocupa el protagónico. Y, como ya saben, hay valentía en la ternura. Sobretodo en esa ternura.


¡Feliz día a todas las madres!




      Natalia A. López


martes, 13 de octubre de 2020

 Café de las 8:00

 


 Eras el café de las 8:00 con el que despertábamos nuestros días.

Yo era el remolino con el que jugabas batiendo la taza con la cucharita.

Vos, tomado del asa y girándola, con vehemencia. Yo, escuchando el sonido de la cuchara golpeteando la cerámica por unos segundos.

Te miraba hacerlo, en el intento de descifrar tus primeros minutos de silencio. Pensaba que me encantaría leer la borra, para entender lo que no decías en la mañana. Entonces te preguntaba si tenías la ropa planchada, qué corbata, y si el abrigo. Pero nada de eso realmente importaba, lo que importaba era que el café no estuviera frio, porque eras defensor irrestricto de la correcta temperatura donde el molido se percibe.

Asique querías tomarlo pronto, me decías que todo estaba en ese truco, de sentir el aroma primero y en el primer sorbo constatar que el proceso había ido perfecto. Me daba placer la descripción de la cata, porque en nuestro amateurismo había una emoción por suponer. Sentir y guiarse por aquél, sin necesidad de saber, como en el amor.

Me encantaba el olor a molienda que te quedaba en las manos, porque minutos antes habías usado el molinillo. Tu favorito era el colombiano, a mí me gustaba el café francés. Y en ese desayuno había un hermoso pedazo de nuestro mundo porque sabíamos que en el día no nos volveríamos a ver, hasta que llegado el atardecer nos cruzásemos -tal vez- en la parada del colectivo para subirnos al mismo, o a lo mejor directamente en casa, donde ni bien llegabas te despojabas de la bufanda y el tapado para darme un beso con tu nariz fría. Me encantaba ese beso de llegada, como si todo el camino que habías dado de regreso a casa se resumiera en aquel, como principal cometido.

Pero, definitivamente, eras el café de las 8:00.

Y cuando eran casi 8:10, reíamos. Nosotros, orgullosos de nuestros tazones, nuestro café (el mío siempre con leche, el tuyo, dependía), nuestra puntualidad para el ritual que daba inicio al día de manera oficial y que no era la misma puntualidad de las reuniones ni del fichaje.

Ningún otro café se comparaba con ese.

Te veía y miraba en tus ojos a dos semillas maduras, como las que molías, de iris casi negro, y en ellos veía los horizontes de mi mundo. En nuestra devoción por el cafeto, yo encontraba la frontera que contraponía al pasado con el futuro, la noche anterior con el día presente.

Porque definitivamente eras ese café caliente en mis manos, tomado junto a la estufa, cuando el frío era mucho. Tus manos, con esa costumbre de estar heladas, abrazaban al tazón, para que el calor se te impregnara. Había que cuidar bien ese calor, los ánimos que debían durarnos todo el día, porque había que elegir corbata y un vestido, y poco a poco ir siendo lo que esperaban que seamos.

Ese café era el momento más auténtico del día.

Cuando se terminaba, las tazas quedaban en el comedor, estoicas, habiendo llegado a la posta donde su función quedaba cumplida. La realización de las tazas, el molinillo en su lugar junto a la cafetera, el edulcorante, el azúcar, las cucharitas abandonadas, eran el escenario de nuestras mañanas. Eran la delimitación de ese pequeño universo, en el que, mientras bebíamos, soltábamos risas y conjeturas sobre qué se yo y quién.

A las 8:25 había que irse pronto, con lo cual las tazas subsistían en ese estado hasta que volviésemos a casa y hubiera que lavarlas. Para al otro día despertarlas, en la perfecta teleología de su cerámica. Quedaban allí, ellas eran la prueba de que el ritual había cesado. Allí está la tuya ¡Puedes buscarla si quieres! Como prueba de que estabas.  

Quedaban en la casa, flotando, las moléculas que llenaban nuestro olfato y en la eclosión de los aminoácidos al batirse, algo parecía haberse roto.

Porque es en el café de las 8:00 en donde ya no te encuentro. Pero lo sigo bebiendo, por si acaso vuelves. Pero claro, el café no es tal porque no tiene la temperatura, no es el calor correcto. Ni están tus manos alrededor de las tazas, ni soy el remolino que batías, ni eres las semillas que me faltan.











Natalia Araceli López.

Este cuento forma parte de una antología que pronto será publicada.

 

lunes, 12 de octubre de 2020

Mi cumpleaños

El 9 de Octubre he cumplido años. 

A mis 29, no puedo más que agradecer. Me encuentro iniciando una carrera como escritora, mi vida adquiere el sentido que quería, la misión que estaba buscando. 

Estoy muy feliz y orgullosa de estos años. Por nada del mundo quisiera volver a los 20, en oposición al típico “todo tiempo pasado fue mejor”. No quiero rejuvenecer. Mis años son la historia que me trajo a mi día de hoy, la experiencia que forjó mis escritos. Tanto por aprender y tanto aprendido. Si de algo he estado siempre orgullosa es de confesar, cada año, que de verdad he vivido. 

Estoy en mi hogar natal mientras escribo esto, habiendo terminado una velada hermosa, y solo puedo asegurar una cosa para estos 29: seguiré escribiendo.


Mamá Mirta hace las mejores tortas
Deliciosa, perfecta.
Frutillas con crema (Mi debilidad) fondant y glassé.
Un libro colocado sobre la torta con el título del que voy a lanzar en poco tiempo.



miércoles, 7 de octubre de 2020

Mar adentro, mi primer cuento.


En Noviembre del 2019 participé en un certamen de escritura que organizó el Grupo Argentino de Escritores. 
La consigna era escribir sobre el amor, en cualquiera de sus manifestaciones y formas, ya sea a través de cuentos o poesías. 
Presenté mi cuento "Mar adentro" y fue incluido en ella. Esta antología fue lanzada muy recientemente y es una verdadera felicidad para mí, ya que es el primer libro en el que aparece algo de mi autoría. 
Si bien el cuento que está incluido es una versión corta del original, siempre va a ser importante para mí por ser el primero que llega a tantos lectores. 
Recomiendo mucho la lectura de esta Antología, ya que realmente hay muy buen material y hermosas maneras de representar esta temática que es, probablemente, la mayor fuente de inspiración y objeto de redacción de todos los tiempos: el Amor.




"Recordarlo todo, como hacía tiempo no lo hacía, tan vívidamente como si todo hubiese ocurrido hace tan solo unos días, la hizo entender que hay cosas que jamás mueren. El amor trasciende, en forma de recuerdos, de vivencias, de dolor y de risa. No cambiaría ni un segundo de lo vivido con Lautaro, pese al dolor y al elevado precio de tener que decir prematuramente Adiós."


Nat.
 


¿Quién soy?

Estaba en los primeros años de escuela, cursando una asignatura llamada "Mis producciones escritas". Recuerdo la primer consigna, a la señorita escribiendo en el pizarrón y diciendo: "Escribir sobre quién soy".

La recuerdo, con gracia, porque creo que esa consigna dura toda la vida. Ojalá, con acierto, pudieramos escribir y decir "Aquí está la respuesta, esto soy". Pero es más complejo que eso, de allí que la vida sea un constante andar y hacer. Pero, en aquel entonces, lo que nos solicitaban era que escribieramos sobre características de nuestra persona, qué nos gustaba, sobre nuestra personalidad, nuestra apariencia. 

Cuando me encontré frente a la hoja rayada, con el lapiz negro en la mano, me sentí ilimitada. Sentí que podía arrojar todo lo que quisiera en ese desfilar de líneas grises y que nada podía impedírmelo. Una cosquillita en el estómago me decía que estaba emocionada, que tenía mucho para decir. Desde pequeña tuve mucho para decir, creciendo en una familia que siempre tenía algo sobre lo cual disertar.

Soy la menor de cinco hermanos, porque papá y mamá querían una familia grande. Cada uno de ellos con diferentes carreras, diferentes saberes, diferentes personalidades. De pequeña, caminaba entre bibliotecas con los mas diversos tomos de los más diversos temas. Con un padre "con muchas avenidas" como decía él y una madre gustosa de expresar su opinión sobre el mundo, la consecuencia directa era una niña con muchas ganas de leer, de decir, de saber. 

Amaba dibujar, amaba garabatear, inventarme historias, inventarme respuestas a las más originales preguntas que mi hermano Sebastián se encargaba de realizarme. Claramente, con fines divertidos, y yo nunca podía decir que no sabía, preferible una argumentación basada en la completa ficción y tomada de mi mundo de fantasías.

-Nati... ¿Por qué las hormigas son negras?

-Porque a la mamá les gustó ese color.

-Y, Nati... ¿Quién inventó la electricidad?

-Christian... (mi hermano mayor)

-Ok, y quién inventó la ropa...

-Seba, la ropa no se inventa ¡Sale de los cajones!

Así podía estar muchísimo tiempo, dando respuestas a las graciosas preguntas que me hacía Seba y con las que podíamos estar jugando mañanas enteras. 

Cuando aprendí a escribir, cuando me dieron rienda suelta para hacerlo desde la escuela y en la mesa de la cocina de mi casa, no dejé de hacerlo jamás. Es acaso la única cosa de mi vida en la que he sido constante. Que me ha gustado desde un principio y me gustará para siempre. Miro hacia atrás y, de entre todas las cosas dispares y sin terminar que veo, entiendo que las letras son la mejor manera de explicarme a mí y al mundo... Quién soy. 







 Natalia Araceli López.

Homenaje a Julito

En la soledad de mi habitación repasé los lomos, algunos con polvo,  de inconcebible desolación. Entre todos los Cronopios habidos Del lado ...