Esta entrevista es un bello trabajo de Camila, en el que tuve la oportunidad de participar. Ella es estudiante de Comunicaciones y este trabajo fue presentado en una de las materias que hacen a su carrera,
Considero que su contenido es una gran manera de conocerme, para quien sienta curiosidad en los motivos que me llevaron a escribir o un poco más sobre mi persona. Esto no quiere decir que me considere particularme relevante, pero me ha ocurrido leer algo de alguien y querer adentrarme un poco más en el autor, pues me da recursos para valorar lo escrito.
Camila, gracias por este trabajo. Me has dicho que fui de enorme colaboración y que estabas contenta por el resultado, pero soy yo quien lo está. Me has dado la oportunidad de explayarme y valoraste mi historia mucho más allá de la consigna ¡Felicitaciones!
«Siempre encontré en mi historia una vida fascinante que debía ser contada.» Entrevista, por Camila Grüner
Adentrarse en la vida de Natalia Araceli López se asemeja a la lectura de un libro complejo e
intrigante, de aquellos a los que no le podés quitar la vista de encima. Acostumbrada a relatar
historias ajenas por su oficio de escritora, hoy se enfrenta a narrar la propia. “Mi identidad es
mi escritura” sentencia Natalia antes de empezar la entrevista.
Pero su historia es mucho más
que eso. Estudió Marketing, Abogacía y Marketing Digital. Trabaja en ventas hace
muchos años en grandes empresas, pero también fue modelo. Estudia portugués e inglés.
Hace aproximadamente 10 años, fue diagnosticada con trastorno de bipolaridad. Lejos de
verlo como algo negativo -y sin negar que es una condición grave e interruptiva que la hizo
tocar fondo- decide verlo como un don. Natalia considera que ser bipolar es una capacidad que
la vuelve única: cuenta con un enorme potencial creativo e intelectual que, sin duda, hoy le
permite desarrollar la escritura con pasión y sensibilidad.
—Hace dos semanas salió tu primer cuento “Mar Adentro” publicado en el libro “Antología:
Homenaje al amor”. ¿Cómo fue?
—Para que mi cuento sea publicado, primero participó en un certamen de literatura
organizada por el Grupo Argentino de Escritores. Llegué a ese certamen por la sugerencia de
una clienta de la empresa en la que trabajo, que me reenvió el mail en el que se abría la
convocatoria e invitaban a enviar material de quienes quisieran participar. Envié Mar adentro a
última hora en el último día de la convocatoria y apostando a ese único cuento (ya que podría
haber remitido hasta cuatro). Pasaron dos semanas y me contactaron para avisarme que el
cuento era elegido para ser publicado. El día en el que me avisaron era un día particular, era un
sábado en el que me estaba replanteando qué quería para mi vida y preguntándome para qué
soy realmente buena. Con ese llamado, sentí una respuesta. Estaba emocionada y agradecida
a la vida por haberme llevado a ese momento. Luego, cuando lo vi impreso, ya publicado, y
tuve en mis manos el libro con aquellas hojas cubiertas de mis letras, sentí que estaba
enamorada y que habían correspondido a mi amor.
—¿Escribir es algo que querías desde chica?
—Hay una frase de Simone De Beauvoir que dice “Cuando era niña, cuando era adolescente,
los libros me salvaron de la desesperación”. Desde pequeña experimenté situaciones que me
generaron mucha angustia. A la vez era una niña fácil de impresionar y con una sensibilidad
profunda. Mi cabeza estaba llena de historias que permitían que me escape de una realidad
hostil. Cuando comencé a leer me encontré deseando ser un personaje, vivir una historia como
las que leía, construir una historia así. Quise poder lograr aquello, darle vida a todo lo que
tenía en mi cabeza. Empecé dibujando. En 1er grado gané un concurso de dibujo. Luego,
danzando. Y cuando aprendí a escribir, entendí que era la mejor manera de encontrar sosiego
y sentirme importante: no era para menos, estaba dando a luz a personajes cuya vida me
impresionaba y los quería en la mía. Desde ahí que no dejé de hacerlo jamás. Es la única cosa de mi vida en la que he sido constante, que me gustó desde un principio y para siempre. Miro
hacia atrás y, de entre todas las cosas dispares y sin terminar que veo, entiendo que las letras
son la mejor manera de explicarme a mí y al mundo.
—Entonces, ¿leer te hizo querer escribir?
—Mi cambio en la mentalidad fue cuando abrí un libro. Lo abrí y encontré una puerta a otras
dimensiones, a las que podía acceder cada vez que quisiera tan solo levantando la tapa y
pasando las hojas. Encontré la compañía de los personajes, al mismo autor saludando en el
interlineado. El primer libro que leí fue el Principito, recuerdo estar sentada en la cocina y que
los pies no me lleguen al suelo. Cuando yo era chica, me aburría, entonces inventaba. No podía
parar de contar historias sobre mí, ficticias. Un día era una princesa, otro día mismo podía ser
una delincuente. No me alcanzaba con el yo real, necesitaba moverme en ese plano de la
fantasía que es mucho más emocionante. Hay libros que me marcaron completamente.
—¿Cuáles fueron esos libros?
— “La novela de un novelista” de Armando Palacio Valdés fue el libro que me hizo querer
escribir porque el autor relata su vida hermosamente. Cuenta experiencias que se hicieron un
espacio especial en su corazón. Los escenarios sobre su niñez me parecieron hermosos. Pensé
"Este hombre cuenta su vida y lo que piensa, yo quiero poder contar a otros cómo veo las
cosas". Siempre sentí que veía las cosas a través de un cristal distinto al de los demás. Siempre
encontré en mi historia una vida fascinante que debía ser contada. Contar mi vida puede ser
arte, la realidad se transforma en algo más interesante cuando le agregás recursos estilísticos,
cuando convertís algo en arte le das una estética que es lo que lo hace atractivo a los ojos del
otro, lo que cautiva. Asique así titulé mi primer blog.
—Hablando de libros importantes, ¿qué implicancia tiene “La bipolaridad como don” de
Eduardo Grecco en tu vida?
—Cuando me dieron el diagnóstico de la bipolaridad, yo tenía veinte años y apenas creí en
aquellas palabras. Pensaba “yo soy inteligente, esto lo puedo resolver en un toque”. Con el
paso de los años descubrí en la conducta errática que me caracterizaba (inconstante, ira
repentina, profunda depresión, hiperproductiva, celotipia) un verdadero foco de problemas y
decidí tomarme en serio el análisis terapéutico. Acepté que necesitaba una medicación. El
tema me generó profunda curiosidad. Comencé a investigar, haciéndolo desde el optimismo:
no buscaba testimonios tristes ni sintomatología de Google, porque si algo tenía, tenía que ser
fascinante. Estaba convencida de que no era un trastorno mental y ya. Encontré el libro de
Grecco en internet y su nombre me impresionó: "Don", "La bipolaridad como Don". Tengo un
don, me dije. Lo leí y entendí que sí.
La bipolaridad es un desbalance químico a nivel cerebral que hace que el individuo pase de
etapas de manía, hiperproductividad, sentirse en el cielo y capaz de todo, felicidad extrema y
conversación excesiva a la depresión misma. No, no la depresión misma, sino la peor de las
depresiones. Quien no lo ha padecido no puede siquiera imaginarlo. Es la oscuridad misma.
Hubo temporadas en las que no salía de la cama por días. Época en la que repentinamente
temía ir a la facultad, al trabajo, y quería desaparecer y quedarme al abrigo de la cama o de las excusas. Esa oscilación es grave e interruptiva de todas las etapas, además de repentina. Hay
diferentes grados, en mi caso, no es el más grave. Pero hay algo en este cuadro que lo hace
distinto. Quienes lo viven tienen un enorme potencial creador. No lo digo yo, no es vanidad, lo
dicen especialistas y estudiosos en el tema. La incapacidad para llevar las emociones y la
conducta establemente tiene por contracara una enorme capacidad para crear. Por eso
grandes artistas en la historia han sido y son bipolares. Claro que para llegar a la estabilidad no
alcanza con decir "Bueno, tengo un don ¡Ya estoy bien!", el tratamiento psicológico y
psiquiátrico es clave, es algo que me acompaña y lo hará toda mi vida y soy bien consciente de
ello.
—El trastorno de bipolaridad me da la sensación de transformación constante. Pero ¿por
qué o qué fue lo que hizo que te estabilices?
—Tocar fondo.
Hace cinco años fallecía mi padre, un hombre increíble. También bipolar. Me rompía el
corazón una relación que no podía ser y me encontraba mudando de trabajo cada mes sin
sentirme satisfecha. Me dije que no podía vivir así. Con lo cual, hace cuatro años comencé a
tomar más en serio que nunca mi terapia. Y luego de tocar fondo varias veces, hace tres años
me sentí más decidida que nunca a ser la persona que quería ser: una persona estable,
realizada, encaminada. Tomé esa decisión porque miré hacia atrás y no entendía nada, no
quería volver a tocar fondo, y estaba segura de que tenía potencial para lograrlo. Además de
eso, creo que también es un tema de edad. Sostengo que a medida que te acercás a los 30
años hay cosas en las que comienzas a madurar, incluso a la fuerza. Ahora tengo 29. Años atrás
nada importaba, simplemente cambiaba de trabajo y de relación y comenzaba de nuevo. Pero,
más tarde, quise que las cosas tuvieran sentido y no vivir escapando.
—Actualmente te encontrás escribiendo un libro dedicado a tus padres. ¿Cómo fue tu
crianza? ¿Fueron ellos quienes fomentaron la escritura?
—Mi crianza fue increíble. Fue exigente. Soy la menor de cinco hermanos (cuatro varones y
una hermana) con los que me llevo entre 8 y 15 años. Mi padre era un tipo muy trabajador e
inteligente, perspicaz. Mi madre, una mujer abnegada y abocada por completo a la crianza de
sus hijos y era la que daba amor cuando las órdenes de mi padre eran demasiado duras. Era
exigente, siempre quiso que estudiáramos mucho y que fuésemos los mejores. Por ende, en mi
casa se respiraban libros. Con un padre "con muchas avenidas", como decía él, y una madre
gustosa de expresar su opinión sobre el mundo, la consecuencia directa era una niña con
muchas ganas de leer, de decir, de saber. Yo era curiosa, quería saber lo que estudiaban mis
hermanos. Todos tienen carreras distintas: ingeniería, economía, medicina, diseño, fitness.
Cuando comencé a escribir y mi madre encontró bonito lo que hacía (leyendo mis cuadernos
de preescolar, de la primaria, o alguna nota o carta que les hacía -yo hacía muchas cartas-) me
envalentonaba para que continuara. Mi padre también me envalentonaba a que leyera mucho,
a que ganara recursos para el día de mañana tener facilidad en cualquier carrera que
estudiase. A la vez, mis hermanos también redactaban muy bien. Creo que toda mi familia me
guió a la intelectualidad. Mi padre solía decirme una gran frase: “el mundo es una jungla y de
esta casa tenés que salir preparada para sobrevivir”. La traduje en un texto que está en mi
libro, cuyo título se debe a otra gran frase de Sartre: l'enfer c'est les autres (el infierno son los otros).
-¿Qué proyectos tenés a futuro?
—Seguir publicando. Escribir siempre será mi principal horizonte. Continuar estudiando
idiomas. Quiero continuar con cuentos, pero un gran desafío que quiero proponerme es crear
una novela. Publicar con otras editoriales, además de Dunken. Por otro lado, quiero recibirme
el año que viene y avanzar hacia una maestría en los dos siguientes. Ser docente. En alguna
materia de mi carrera y dar algún taller o seminario de literatura. Cambiar de trabajo, ya que el
área comercial me tiene un poco cansada, a un área más relacionada con lo creativo, con el
marketing.
Casarme. Tener un hijo. (...)
Un mundo de fantasías
Natalia estaba en los primeros años de escuela cuando una señorita en el pizarrón escribe una
consigna: “Escribir sobre quién soy”. Para Natalia, es una consigna que dura toda la vida
porque la vida es un constante andar y hacer. Cuando se encontró frente a la hoja rayada, con
lápiz en mano, se sintió ilimitada. Podía arrojar todo lo que quisiera en esas líneas grises.
Sentía una cosquilla en el estómago porque tenía mucho que decir. Habiendo crecido en una
familia que siempre tenía algo sobre lo cual disertar, Nati siempre tuvo mucho que
argumentar. Uno de sus juegos favoritos era inventar respuestas a las más originales preguntas
que le hacía su hermano Sebastián. Nunca podía responder que no sabía, entonces, inventaba
una argumentación basada en la completa ficción y de su mundo de fantasías.
“Mi hermano me preguntaba, por ejemplo, ‘Nati… ¿Por qué las hormigas son negras?’ ‘Porque
a la mamá les gustó ese color’ o ‘Y, Nati… ¿quién inventó la ropa?’ ‘Seba, la ropa no se inventa,
¡Sale de los cajones!’”
Así podían pasar muchísimo tiempo, dándole respuestas graciosas a las preguntas que le hacía
su hermano Sebastián y con las que podían estar jugando mañanas enteras. "

Natalia A. López